En la cálida y significativa Casa Don Luciano Mendes de Almería, en São Paulo, realizamos un encuentro transformador con mujeres madres migrantes, gracias a la valiosa alianza entre Mental Care Colombia y Fe y Alegría Brasil, organización con la que caminamos juntas en esta ciudad, tejiendo posibilidades de cuidado, integración y bienestar.
Este taller, titulado “Mi Fuerza Interna”, fue mucho más que una actividad psicosocial: fue un espacio íntimo donde las mujeres pudieron reconectarse con su historia, su cuerpo, su dolor y su esperanza. A través de un enfoque profundamente humano y espiritual, abrimos un círculo de confianza donde cada palabra, cada silencio y cada gesto fueron acogidos con respeto y amorosidad.
Empezamos el encuentro con una dinámica de apertura desde el corazón, donde cada mujer pudo nombrar cómo se sentía y qué esperaba encontrar. Conversamos sobre el verdadero significado del empoderamiento femenino, resignificándolo no desde la exigencia de ser fuertes siempre, sino desde la valentía de habitar la vulnerabilidad, la ternura y la autenticidad. Reflexionamos sobre las múltiples formas en que nuestras historias personales y migratorias han moldeado nuestra fuerza interna, esa que muchas veces ha sido invisibilizada, pero que habita silenciosa dentro de nosotras.
Uno de los momentos más simbólicos del taller fue el tejido de manillas artesanales. Cada hilo, cada nudo, representó un pedazo de vida, un recuerdo, una emoción. Mientras tejíamos, también compartíamos historias de migración, maternidad, pérdidas, sueños y resistencias. Las manillas se convirtieron en símbolos vivos de fuerza, historia y conexión, recordándonos que no estamos solas, que entretejidas podemos sostenernos y crecer.
Al caer la tarde, encendimos una vela por cada mujer. Un gesto sencillo pero poderoso, que nos permitió honrar nuestras luces individuales y colectivas, reconociendo que cada una de nosotras —con su historia, su cuerpo, su presencia— ilumina el camino, y que esa luz no camina sola. Fue un momento de profunda conexión espiritual y emocional, lleno de silencio, mirada y verdad.Finalmente, cerramos el círculo con una práctica de meditación y gratitud, agradeciendo por lo vivido, lo compartido y lo que se despertó en cada corazón. Nos despedimos en calma, pero fortalecidas, sabiendo que tejimos algo más que manillas: tejimos red, memoria, fuerza interior y esperanza colectiva.Gracias infinitas a cada mujer por su presencia, su palabra y su luz. Este encuentro nos recordó que, cuando las mujeres se reúnen desde el alma, se encienden fuegos que transforman, sanan y acompañan.